domingo, 8 de diciembre de 2013

Returning to Trust - Outtake 1

Outtake
.
.
.
Universidad de Seattle, Año 2004.
—¡Por favor, Mike! Será solo un momento, tengo que dejar este libro y ya. —Maldito bastardo, si no lo amara como lo hacía lo hubiese mandado a volar hace tiempo. Nos conocimos en el instituto en nuestra ciudad natal de Port Angeles y ya llevábamos juntos tres años. Él era el hombre perfecto y no me imaginaba al lado de nadie más, quería pasar el resto de mi vida a su lado.
—Okey, bebé. Que sea rápido. —Besé tiernamente su mejilla y me encaminé a las escaleras de la biblioteca. Sentí su azul mirada sobre mí mientras me alejaba.
Rápidamente, me dirigí al escritorio de la señora Peterson, una mujer de unos cincuenta años, regordeta con ojos color miel que destellaban amabilidad.
—Buenos días, Sra. Peterson.
—Buenos días, querida. ¿Puedo ayudarte en algo?
—Solo vengo a devolver este libro. —Lo dejé sobre el escritorio, ella asintió y luego de dedicarle una sonrisa me marché.
Bajé a toda prisa la escalera, suena idiota pero ya lo extrañaba. Lo busqué con la vista en el lugar que lo había dejado y nada. ¿Se habrá ido? La sonrisa en mi rostro se convirtió en una mueca. Si así había sido, tendría que caminar hasta nuestro departamento. Emprendí mi camino resignada cuando lo vi. Iba caminando al lado de ella, una de las nuevas estudiantes que este año ingresaba. No podía verle el rostro a la chica, solo sus ondulados cabellos color chocolate y su forma de vestir para nada femenina, esos jeans aparentemente desgastados no le favorecían en nada, junto con un buzo de la universidad excesivamente grande y sus asquerosas zapatillas deportivas. ¿Nadie le había enseñado a vestirse como una dama? Apostaría lo que fuera a que ni siquiera llevaba maquillaje.
Mike la miraba intensamente, como nunca me miró, mientras hablaba gesticulando exageradamente con las manos y una estúpida sonrisa en su rostro. ¿Qué le pasaba? Jamás se había fijado en otras… O tal vez nunca te percataste, me susurró mi subconsciente.
En la vida había sentido celos de aquellas que se acercaban a él con la intención de meterse en su cama. Confiaba en Mike y era una persona totalmente segura de mí misma, tenía a cuanto hombre quisiera a mis pies. Pero solo amaba a uno.
No las culpaba por desearlo, era hermoso y rico… Era el típico capitán del equipo de fútbol, rubio, ojos azules, un cuerpo bien formado y algo que no se veía mucho, era caballeroso y bien educado.
Él no les devolvía nunca esas miradas cargadas de lujuria, solo existía yo ante sus ojos. Hasta ahora, por lo que parecía. ¿Será que la conocía de antes? Lo dudaba, no la había visto en mi vida. Pero la forma en que sus ojos se posaban en la desconocida, como demostrando admiración, daba la sensación de que así era. La observaba como si mirara por primera vez la luz del sol. Y si mi imaginación no me engañaba, por sus gestos podría afirmar que coqueteaba con ella. ¿Por qué lo hacía si estaba conmigo y con alguien que acababa de conocer? Quería ir hasta ellos y demostrarle a ella a quién le pertenecía Mike, pero me contuve. ¿Y si estaba malinterpretando todo? No iba a arriesgarme a joder mi relación con el hombre de mi vida por un ataque irracional de celos. No, no lo haría.
Estaba confundida por la situación y enojada con aquella morena desconocida por hacer que el muy imbécil se olvidara de que dependía de él para no tener que caminar más de quince cuadras para llegar a nuestro hogar. No es que no lo haya hecho antes, dejándome esperando en algún que otro restaurante, cine o café porque "se olvidaba" y se iba con sus amigos. Nunca con una mujer… o eso creía…
¡Basta! Me regañé a mí misma, estaba haciendo un mar de un charco insignificante de agua. Tal vez solo estaba siendo amable con la chiquilla nueva, quizás se encontraba perdida en el enorme campus y él, como el caballero que era, le ofreció su ayuda. Se tomó bastante en serio lo de ser amable. Maldito subconsciente. No quería darle más vueltas al asunto… Aunque él podría haberme avisado, o esperado que saliera. No hubiese tenido problema en acompañarlo.
Había empezado a oscurecer cuando por fin llegué al departamento. Él llegó detrás de mí en el auto, antes de que terminara de darle la última vuelta a la llave en la cerradura.
—¿Dónde demonios te has metido? —gritó aún en el vehículo haciendo que unas cuantas personas que pasaban por el lugar se voltearan a mirar la escena. Apagó el motor y salió furiosamente, cerrando fuertemente la puerta. Me tomó del brazo y terminó de abrir haciéndome caminar hacia el ascensor tambaleándome por no poder seguirle bien el paso con los tacones y su presión en mi extremidad.
—¿Te puedes calmar, qué demonios te pasa? —inquirí furiosa mientras me zafaba de su agarre, estaba lastimándome. Jamás lo había visto así, nunca me había tratado de esa forma.
—Cierra tu maldita boca, Tanya. —Subimos hasta el piso siete en completo silencio y así siguió una vez que ingresamos al departamento. Me dirigía hacia el cuarto y nuevamente me agarró bruscamente del codo—. Te hice una pregunta anteriormente. No me hagas volver a repetirlo.
—¿Puedo saber yo dónde demonios estabas tú? Salí y no te encontré, no iba a quedar esperando todo el día.
—Podrías haberme avisado… —Bufé.
—¿Con señales de humo? Suéltame. —Lo hizo a regañadientes.
—Solo fui con los chicos por unos minutos. Teníamos que hablar de un proyecto grupal que tenemos que entregar la próxima semana.
—Con los chicos, claro…
—¿Qué significa eso? —preguntó actuando confundido.
—No lo sé. Dímelo tú.
Se dio la vuelta y se dirigió a la salida.
—Volveré cuando dejes de delirar.
—¿Delirar sobre qué? —grité. Nada tenía sentido.
—No lo sé, dímelo tú —imitó mi voz—. ¿Qué mierda se supone que significa eso? ¿Estás celosa de mis jodidos amigos?
—No me hables así.
—¡¿Y cómo quieres que te hable?! Eres una imbécil. Siempre reclamando.
¿Qué acababa de decirme? ¿A dónde estaba el Mike que conocía? En menos de diez horas había dejado de ser él. Culpé silenciosamente a la desconocida. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos. No tenía sentido nada de lo que él decía.
—Nunca me prestas atención. Siempre son los chicos. Los chicos esto, los chicos lo otro. ¿Y yo? ¿Dónde demonios estoy yo?
—¿No te presto atención? ¿Acaso no te doy regalos, no te llevo a cenar a los mejores lugares? —Permanecí en silencio, él tenía razón. Pero no era solo lo material lo que yo quería. Podía ser algo vanidosa pero también como cualquier mujer quería ser amada.
—Quiero un poco de cariño, ¿es eso tan complicado de pedir?
—No pidas más de lo que puedo dar. Sabes que no soy bueno con las demostraciones.
—¿Hay alguien más? —Las palabras salieron de mi boca sin ser procesadas por mi cerebro.
—¿Qué? —Dos opciones, realmente estaba sorprendido y ofendido por mi pregunta o era muy buen actor. Estaba descubriendo otras facetas de su personalidad. Facetas que no me agradaban en absoluto.
—Lo que oíste. —Ya había tirado la bomba. No iba a echarme atrás, no era mi forma de actuar—. ¿Estás viendo a alguien más?
—No seas ridícula, por favor. —Su tono de voz había cambiado de furioso a amable, un tono para apaciguar el ambiente. Se acercó lentamente hacia mí, evaluando mi reacción. Instintivamente me alejé un paso, por más ridículo que sonara le temía. Estaba segura de que sus apretones anteriores iban a dejar marcado mi brazo. La violencia física había hecho acto de presencia nuevamente… un recuerdo que había tratado de suprimir volvió a aparecer en mi mente.
.
.
.
#Flashback#
Era una tarde calurosa, la temperatura era bastante más alta a lo que estábamos acostumbrados. Hoy íbamos a ir al cine por la tarde y luego a cenar a "Corner Hause Restaurant". Era nuestro primer aniversario. Irradiaba felicidad. Decidí vestirme con uno de los vestidos que había comprado y jamás usado con zapatos a juego.
Se trataba de uno simple, era de color coral, ajustado hasta las rodillas y con una sola manga hasta el codo y una bella flor de un tono más oscuro sobre el hombro. Los zapatos consistían en unas altas sandalias color plateado que se ataban con finas tiras de satén del mismo color hasta un poco más arriba de los tobillos. En esta ocasión, preferí ser más natural y solo maquillarme con un poco de rubor y rímel. Até mi rubio cabello en una alta cola y formé bucles que caían al costado del hombro descubierto.
Los halagos por parte de mi madre no se hicieron esperar. Me hubiese gustado que mi padre me viese. Él se encontraba en Seattle, el hospital estaba pasando por problemas administrativos y requería de su presencia constante como director, así que se vio obligado a mudarse allí. Mi madre y yo iríamos luego de que terminara el instituto. Aunque no estaba segura de vivir con ellos, tenía esperanzas de que lo mío con Mike llegase más lejos de lo que alguna vez soñé con alcanzar y compartir un departamento…
Llevaba dos horas esperando sentada en la mesa que él había reservado para nosotros, la vela ubicada en medio estaba casi totalmente derretida. Las personas de alrededor de vez en cuando me dirigían miradas de todo tipo, algunos indecentes que se encontraban con sus respectivas citas, con lujuria. Otras de pena y compasión; y algunas de las que las pesqué observándome me dirigían sonrisas reconfortantes.
Cuando la espera se hizo insoportable, tomé mi bolso de mano y me fui. No me preocupe en buscar un taxi. Comencé a caminar sin rumbo fijo, tampoco quería regresar a casa tan temprano, mi madre haría preguntas que no quería responder por miedo a llorar. Veía con envidia parejas pasar a mi lado, tomados de la mano, compartiendo caricias, besos, abrazos mientras reían. ¡Cuánto deseaba aquello! ¡Cuánto anhelaba ser amada de esa forma! Mike nunca actuaba así cuando estábamos en público, lo máximo era tomarnos de la mano. Un suspiro involuntario se escapó de mis labios.
Retomé mi camino a casa bastante tarde. Las calles por las que caminaba se encontraban prácticamente desiertas, alguna que otra lágrima se escapaba de vez en cuando de mis ojos. Cuando estaba a pocas cuadras un auto se detuvo, lo reconocí al instante. El conductor abrió la puerta de copiloto y se inclinó sobre ella.
Lo siento. Soy un imbécil. Perdóname, por favor… —Vacilé. ¿Qué debería hacer? Mordí mi labio mientras tenía una lucha interna—. Vamos, sube… —Me miró con esos penetrantes ojos azules y no tuve más opción. Entré al interior del lujoso coche, pero no lo miré. Aún seguida enojada.
Tanya, bebé… Lo siento, no fue mi intención… fue un problema con mis padres. —Intentó acariciar mi rostro pero aparté su mano.
Estuve dos malditas horas sentada sola esperándote.
Lo sé, bombón, pero no había forma de sacármelos de encima.
No me había dado cuenta de que el automóvil estaba en marcha, hacia una dirección totalmente diferente a la de mi hogar. Creí que daríamos unas vueltas hasta que las aguas se calmasen un poco y pudiéramos hablar bien, mantuve mi vista por la ventana sin procesar las imágenes que pasaban frente a mí. Solo miraba a la nada, intentando pensar en qué debía hacer. El auto se detuvo frente a su gran residencia.
Han salido… solo tenemos la casa para nosotros.
Creí que me llevarías a mi casa.
Creí que esta era nuestra noche… Por eso discutí con mis padres, se negaban a dejarme la casa, pero los convencí. —Esbozó una sonrisa, no lo suficiente buena como para que mi enfado pasara a segundo plano y se la devolviese—. ¿Qué dices? Te debo una cena y una charla…
Acepté, por supuesto, lo amaba demasiado como para estar peleada con él. Pero me arrepentí de haber tomado esa decisión. Cenamos pizza en absoluto silencio debido a que ninguno se animaba a abrir la boca.
¿Te quedarás a pasar la noche conmigo?
No creo que eso sea lo mejor…quiero irme a casa.
Vamos, Tanya… —Se paró y rodeó la mesa redonda hasta posarse frente a mí. Acarició con delicadeza mi mejilla. Esta vez no me aparté—. ¿Qué dices? —inquirió con una suave voz.
Que quiero irme a casa. —Me paré decididamente de mi asiento.
¿Es broma? —Su gesto amable desapareció.
Estoy totalmente enfadada contigo. Has arruinado una noche que debería haber sido perfecta… —Él permaneció en silencio con el ceño fruncido. Mi voz se oía débil—. ¿Puedo hacerte una pregunta? —asintió— ¿Por qué no somos como las demás parejas? ¿Por qué no caminamos abrazados o de la mano como los demás?
No sé a qué te refieres. Sí caminamos de la mano… ¿acaso dudas de mis sentimientos hacia ti? —¿Se estaba enfadando o era impresión mía?
En momentos sí. —Fue un murmullo apenas audible. Él permaneció en silencio, sus cejas casi se tocaban debido a su ceño fruncido.
¡No puedo creerlo! —gritó de la nada y pegué un salto hacia atrás por el susto. Continuó, aún elevando más la voz—. ¡¿Acaso nunca te doy todo lo que quieres, no te compro las mejores cosas ni te llevo a los mejores lugares?!
Nunca lo había visto así de enfadado. Tuve miedo. Lo único que quería era huir de allí. No encontraba mi voz para decir algo.
¡Contesta maldita sea!
Sí, sí lo haces. Pero... —Fue demasiado rápido. No lo vi. No vi su mano venir de la nada y estrellarse contra mi mejilla.
¡Eres una jodida desagradecida!
Mi cuerpo se heló completamente. Ni siquiera lloré. Estaba shockeada, mis piernas no respondieron por un largo rato en el que ambos nos fulminábamos con la mirada. Azul contra dorado. Cuando mis neuronas se reconectaron caminé a la salida apresuradamente hablando rápidamente.
¿Qué has hecho? No estoy contigo por lo que me das. ¡Te amo, idiota! Solo quiero que tú me demuestres que sientes lo mismo. No con regalos, no con salidas, no cumpliendo mis jodidos caprichos.
¡Tanya! Lo siento, por favor. Créeme. No tengo idea de qué me paso. Prometo que no volverá a pasar. Voy a cambiar. ¡Te daré lo que quieras! Perdóname…
¿Qué hacer cuando me miraba con aquellos hermosos ojos llenos de arrepentimiento?
#Fin del Flashback#
.
Por supuesto que aquella vez le había creído. Él había cambiado, nunca volvió a tratarme de tal manera, hasta el día de hoy. No creía que fuera capaz de levantarme nuevamente la mano, pero no iba a arriesgarme.
—¿Tanya?
—No me hagas daño, por favor… —murmuré.
—No, no. Lamento darte esa impresión… Solo… —Sacudió la cabeza como tratando de aclararse las ideas—. No lo sé. Me desesperé al no verte ahí. No sabía dónde estabas, si estabas bien…
—Te hubieses quedado conmigo y no me hubiese visto obligada a caminar sola.
—No vuelvas nuevamente a lo mismo.
—Necesito más atención de tu parte, Mike. Te lo pedí hace unos años, te lo vuelvo a decir ahora.
—Hago lo que puedo… no soy una persona muy demostrativa. Me cuesta hacerlo y más aún en público.
—¿Ah sí? —Eso de pensar en voz alta se estaba haciendo costumbre.
—¿Podrías ir al grano de una vez?
—Está bien. Si así lo quieres… ¿Quién es ella? —La sorpresa pintó su rostro.
—¿Ella?
—La morena que caminaba a tu lado. Mientras tú coqueteabas con ella. —Abrió su boca, probablemente para soltar alguna mentira… no lo dejé continuar—. Te vi, Newton. No soy estúpida.
—¿Coqueteando? Si a coquetear te refieres a ser amable con una recién llegada totalmente perdida y ayudarla a llegar al edificio de literatura, entonces sí, estaba coqueteando con ella… —Claro, mintámosle a la rubia tarada que se cree todo. ¡No era tan estúpida para no saber la diferencia!
—¿Por qué me habías dicho otra cosa?
—¡Porque sabía que ibas a ponerte así!
—¿A dónde demonios vas, Newton?
—¿Ahora soy Newton? Okey, volveré cuando te calmes.
Sin más, tomó las llaves de su automóvil y salió por la puerta. Otra vez, Tanya era la culpable de todo.
.
.
Mi sexto sentido estaba totalmente alerta. Presentía que esta morena me traería problemas. Sabía que había llegado a complicarme la vida. ¿Y qué podía hacer yo? Nada, exactamente eso. A la primera idiotez de mi parte perdería a Mike, me negaba a abandonarlo. Nadie iba a quitármelo…
.
.
Mi sexto sentido falló, así como yo en mi tarea de proteger lo mío. Ella pagaría, y haría todo lo posible para no volver a fallar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario